Estaba sentado en la mesa de mi despacho redactando
una demanda de procedimiento monitorio, vamos, para reclamar las facturas de
una empresa que están impagadas por uno de sus clientes, cuando la secretaria
me pasó una llamada de un cliente.
–Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarlo? –pregunté.
–Le llamo porque tengo un juicio de faltas el
próximo día diez de febrero.
–Quedan tres días para eso, ¿puede pasarse hoy por
mi despacho?
Aunque no tenía visitas, visto que la fecha del
juicio estaba cerca le apremié para que viniera al despacho.
Una hora después tenía frente a mí a una pareja de
nacionalidad rumana. Me explicaron que habían tenido un accidente y que la
mujer, que iba de copiloto había sufrido lesiones por latigazo cervical. Los
hechos habían ocurrido en una rotonda a la entrada de Madrid. Les hice firma
una hoja de designación para poder personarme en el Juzgado.
–Esto sirve para poder sacar copia de las
actuaciones, ya que si no, no podré ver hasta la fecha del juicio lo que podría
perjudicarla Sra. Toader.
La mañana siguiente fue un día duro de trabajo, a
parte tenía que sacar el expediente y estudiarlo para preparar el juicio de
faltas del día siguiente. Cuando llegué al Juzgado y vi el tocho de autos me
pareció extraño. Lo suyo, es que estos temas no tengan tanta documentación cosa
que ya me extrañó. Saqué copia de todo y me fui al despacho. Me esperaba una
larga tarde de estudio por delante.
Había una denuncia interpuesta por otro abogado
pero a nombre del cliente. En la cual se detallaba como se había producido el
percance. Circulaban por una carretera secundaria y al llegar a una rotonda el
vehículo de delante paró y el vehículo de mi cliente colisionó por detrás. Mi
cliente denunciaba al conductor del vehículo así como a la compañía de seguros.
Me fijé en toda la documentación obrante en autos. Eran en general partes
médicos de mi cliente y sobre todo partes de otras compañías de seguro.
Estudié la documentación a conciencia sin saber muy
bien el porqué de tanta documentación. Al ver el parte del médico forense, en
el cual reconocía que las lesiones encuadraban dentro de una colisión coche-coche,
me decanté por llamar al compañero de la compañía de seguros por si había
posibilidad de llegar a un acuerdo.
–Buenas tardes, ¿Andrés Torres?
–¿Con quién hablo?
–Hola, soy Carmelo Ruíz compañero. Te llamo en
relación al juicio de faltas que tenemos mañana en el Juzgado de Instrucción 7
de Madrid, por el accidente de tráfico.
–Sí, ya sé.
–Me preguntaba si era posible que llegáramos a un
acuerdo visto el informe del médico forense.
–No, no lo la hay. La verdad si te soy sincero, en
otro tema te diría que sí rápidamente, pero en este caso no.
–La verdad es que no te entiendo. Esto se ve que
lo llevo otro compañero y se me presentaron ayer en el despacho, así que no sé
muy bien si es que hay algo extraño.
–Lo hay, y ya te pongo en aviso, voy a negar el
accidente.
Me quedé descolocado, no sabía muy bien de qué iba
esto y empecé a preocuparme. Tras colgar al compañero y preparar la defensa. Me
dispuse a llamar a mi cliente.
–Sra. Toader, buenas tardes. Soy el abogado
Carmelo Ruíz. Le informo que no hay posibilidad de acuerdo con la compañía de
seguros. ¿Qué relación tiene con el conductor del vehículo?
–Ninguna.
–Se lo digo porque tengo que pedir una pena para
el conductor.
–Sí, sí.
Vale.
–Hay alguien que viera el accidente. Lo se lo digo
porque al ser un juicio de faltas tiene que llevar usted los testigos y las
pruebas.
–Yo llevar testigos, no se preocupe.
Recogí mis cosas y me fui a casa donde me esperaba
mi familia para la cena. Me relajé un rato haciéndole arrumacos a mi hijo
recién nacido. Mi mujer, preparó la cena y hablamos sobre cómo nos había ido el
día. Le comenté el caso que tenía mañana, ya que ella era Fiscal. Y me dijo que
algo olía a podrido en el tema. Con ese pensamiento me fui a la cama.
El día siguiente esperando para entrar a juicio me
puse la toga. Estaba bastante nervioso ya que no sabía por dónde iba a salirme
el compañero. Yo era joven, llevaba poco tiempo en ejercicio, pero me trabajaba
los casos como el que más. Hablé con mi cliente antes de entrar a juicio, explicándole
que contestara la verdad a los temas médicos ya que estaban todos en autos, y
que la compañía de seguros iba a utilizarlo todo contra ella. Me presentó a los
testigos, otros rumanos, cosa que también me extraño.
Ya en sala nos dispusimos a empezar con la vista,
la Juez le dio el turno de palabra a mi cliente. La explicación del accidente
era clara y me relajé un poco. Hice las preguntas pertinentes y cuando terminé
empezó el compañero. Para mi sorpresa, me enteré en ese momento que el
conductor era marido de mi cliente, lo cual me había negado. Y por supuesto,
empezó a mentir en cuanto a los partes médicos. Empecé a sudar y miré con
incredulidad a mi cliente. Cuando terminamos de tomarle declaración empezó el
imputado, sin que ninguna de las partes le hiciera preguntas.
Cuando llego el turno de los testigos, esperaba
sacar algo en claro. Pero al escuchar la declaración del primero casi me
levanto y salgo de la sala. El testigo que me había traído mi cliente, era el
ocupante del vehículo con el cual habían colisionado, y para más inri, era su
cuñado. No me quedó más remedio que renunciar a mi siguiente testigo, ya que me
veía algo por el estilo.
Como pude hice el informe oral, sudé la gota gorda.
Me sentía bastante mal, ya que me había dado cuenta que me habían utilizado
para participar de una estafa a la compañía de seguros. El compañero fue
implacable y por supuesto, días después cuando me llegó la sentencia ésta era
absolutoria.
Llamé a la cliente un poco molesto, les dije que si
querían recurrir deberían venir a por el expediente y buscar otro abogado. Yo
lo había pasado muy mal por este tema y lo último que quería era seguir
llevándole nada.
–Tú ser abogado inepto, no pienso pagarte.
–He hecho un trabajo así que si quiere llevarse el
expediente tráigame doscientos euros.
Colgué, los días pasaron y a mi despacho no vino
nadie. Me debatía entre jurar cuentas para poder cobrar o no, cuando me llegó
un paquete.
–¿Y esto? –le pregunté a la secretaria.
–Estaba en el buzón.
Abrí el mismo y tuve que contener el aliento para
no devolver. Dentro había un animal muerto y una nota que ponía que me
anduviera con cuidado.
–¿Llamo a la policía?
–Creo que deberíamos hacerlo.
Media hora después apareció la policía científica y
en la caja encontraron varias huellas.
–Les informaremos.
Los días pasaron y empecé a recibir cartas
amenazantes tanto en casa como en el trabajo. La policía no me había llamado
todavía, pero me acerqué a la comisaría para que vieran las cartas, que se
quedaron para analizar.
Hablé con el Decano del Colegio de Abogados, ya que
esto se estaba yendo de madre, y necesitaba que alguien se hiciera cargo del
asunto, ya que empezaban a amenazar a mi familia.
Esa misma tarde me llamaron de comisaria para que
fuera.
–Hemos identificado las huellas del paquete. Se
tratan de estas personas –me enseñaron unas fotos–, ¿los conoce de algo?
–Ella fue cliente mío y él es su marido.
–Forman parte de un clan muy violento, y si le han
tomado con usted no pararan hasta hacerle daño. Estamos buscándolos y los
detendremos, pero le recomendaría que anduviera con cuidado.
–Está bien, gracias.
Pasó más de una semana en la que no pegué ojo hasta
que me informaron de que habían sido detenidos. Presenté la denuncia
correspondiente y me informaron que tenían varias causas pendientes, la última
por estafa a una compañía de seguros. Así que ese fue el detonante de que
vinieran a por mí, que me amenazaran a mí y a mi familia.
***
Después de dos años, ya no supe nada de ellos. Me
dejaron en paz y continué ejerciendo y confiando en que valía para lo que
hacía. Me gustaba mi trabajo y aunque en su día me plantee dejar de ejercer,
hoy por hoy creo que este era mi camino. Aprendí de la mala experiencia y me
convertí en un buen abogado.Registrado en SafeCreative 1405080824772
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