domingo, 22 de marzo de 2015

Profesiones peligrosas



Estaba sentado en la mesa de mi despacho redactando una demanda de procedimiento monitorio, vamos, para reclamar las facturas de una empresa que están impagadas por uno de sus clientes, cuando la secretaria me pasó una llamada de un cliente.
–Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarlo? –pregunté.
–Le llamo porque tengo un juicio de faltas el próximo día diez de febrero.
–Quedan tres días para eso, ¿puede pasarse hoy por mi despacho?
Aunque no tenía visitas, visto que la fecha del juicio estaba cerca le apremié para que viniera al despacho.
Una hora después tenía frente a mí a una pareja de nacionalidad rumana. Me explicaron que habían tenido un accidente y que la mujer, que iba de copiloto había sufrido lesiones por latigazo cervical. Los hechos habían ocurrido en una rotonda a la entrada de Madrid. Les hice firma una hoja de designación para poder personarme en el Juzgado.
–Esto sirve para poder sacar copia de las actuaciones, ya que si no, no podré ver hasta la fecha del juicio lo que podría perjudicarla Sra. Toader.
La mañana siguiente fue un día duro de trabajo, a parte tenía que sacar el expediente y estudiarlo para preparar el juicio de faltas del día siguiente. Cuando llegué al Juzgado y vi el tocho de autos me pareció extraño. Lo suyo, es que estos temas no tengan tanta documentación cosa que ya me extrañó. Saqué copia de todo y me fui al despacho. Me esperaba una larga tarde de estudio por delante.
Había una denuncia interpuesta por otro abogado pero a nombre del cliente. En la cual se detallaba como se había producido el percance. Circulaban por una carretera secundaria y al llegar a una rotonda el vehículo de delante paró y el vehículo de mi cliente colisionó por detrás. Mi cliente denunciaba al conductor del vehículo así como a la compañía de seguros. Me fijé en toda la documentación obrante en autos. Eran en general partes médicos de mi cliente y sobre todo partes de otras compañías de seguro.
Estudié la documentación a conciencia sin saber muy bien el porqué de tanta documentación. Al ver el parte del médico forense, en el cual reconocía que las lesiones encuadraban dentro de una colisión coche-coche, me decanté por llamar al compañero de la compañía de seguros por si había posibilidad de llegar a un acuerdo.
–Buenas tardes, ¿Andrés Torres?
–¿Con quién hablo?
–Hola, soy Carmelo Ruíz compañero. Te llamo en relación al juicio de faltas que tenemos mañana en el Juzgado de Instrucción 7 de Madrid, por el accidente de tráfico.
 –Sí, ya sé.
–Me preguntaba si era posible que llegáramos a un acuerdo visto el informe del médico forense.
–No, no lo la hay. La verdad si te soy sincero, en otro tema te diría que sí rápidamente, pero en este caso no.
–La verdad es que no te entiendo. Esto se ve que lo llevo otro compañero y se me presentaron ayer en el despacho, así que no sé muy bien si es que hay algo extraño.
–Lo hay, y ya te pongo en aviso, voy a negar el accidente.
Me quedé descolocado, no sabía muy bien de qué iba esto y empecé a preocuparme. Tras colgar al compañero y preparar la defensa. Me dispuse a llamar a mi cliente.
–Sra. Toader, buenas tardes. Soy el abogado Carmelo Ruíz. Le informo que no hay posibilidad de acuerdo con la compañía de seguros. ¿Qué relación tiene con el conductor del vehículo?
–Ninguna.
–Se lo digo porque tengo que pedir una pena para el conductor.
–Sí, sí. Vale.
–Hay alguien que viera el accidente. Lo se lo digo porque al ser un juicio de faltas tiene que llevar usted los testigos y las pruebas.
–Yo llevar testigos, no se preocupe.
Recogí mis cosas y me fui a casa donde me esperaba mi familia para la cena. Me relajé un rato haciéndole arrumacos a mi hijo recién nacido. Mi mujer, preparó la cena y hablamos sobre cómo nos había ido el día. Le comenté el caso que tenía mañana, ya que ella era Fiscal. Y me dijo que algo olía a podrido en el tema. Con ese pensamiento me fui a la cama.

El día siguiente esperando para entrar a juicio me puse la toga. Estaba bastante nervioso ya que no sabía por dónde iba a salirme el compañero. Yo era joven, llevaba poco tiempo en ejercicio, pero me trabajaba los casos como el que más. Hablé con mi cliente antes de entrar a juicio, explicándole que contestara la verdad a los temas médicos ya que estaban todos en autos, y que la compañía de seguros iba a utilizarlo todo contra ella. Me presentó a los testigos, otros rumanos, cosa que también me extraño.
Ya en sala nos dispusimos a empezar con la vista, la Juez le dio el turno de palabra a mi cliente. La explicación del accidente era clara y me relajé un poco. Hice las preguntas pertinentes y cuando terminé empezó el compañero. Para mi sorpresa, me enteré en ese momento que el conductor era marido de mi cliente, lo cual me había negado. Y por supuesto, empezó a mentir en cuanto a los partes médicos. Empecé a sudar y miré con incredulidad a mi cliente. Cuando terminamos de tomarle declaración empezó el imputado, sin que ninguna de las partes le hiciera preguntas.
Cuando llego el turno de los testigos, esperaba sacar algo en claro. Pero al escuchar la declaración del primero casi me levanto y salgo de la sala. El testigo que me había traído mi cliente, era el ocupante del vehículo con el cual habían colisionado, y para más inri, era su cuñado. No me quedó más remedio que renunciar a mi siguiente testigo, ya que me veía algo por el estilo.
Como pude hice el informe oral, sudé la gota gorda. Me sentía bastante mal, ya que me había dado cuenta que me habían utilizado para participar de una estafa a la compañía de seguros. El compañero fue implacable y por supuesto, días después cuando me llegó la sentencia ésta era absolutoria.
Llamé a la cliente un poco molesto, les dije que si querían recurrir deberían venir a por el expediente y buscar otro abogado. Yo lo había pasado muy mal por este tema y lo último que quería era seguir llevándole nada.
–Tú ser abogado inepto, no pienso pagarte.
–He hecho un trabajo así que si quiere llevarse el expediente tráigame doscientos euros.
Colgué, los días pasaron y a mi despacho no vino nadie. Me debatía entre jurar cuentas para poder cobrar o no, cuando me llegó un paquete.
–¿Y esto? –le pregunté a la secretaria.
–Estaba en el buzón.
Abrí el mismo y tuve que contener el aliento para no devolver. Dentro había un animal muerto y una nota que ponía que me anduviera con cuidado.
–¿Llamo a la policía?
–Creo que deberíamos hacerlo.
Media hora después apareció la policía científica y en la caja encontraron varias huellas.
–Les informaremos.
Los días pasaron y empecé a recibir cartas amenazantes tanto en casa como en el trabajo. La policía no me había llamado todavía, pero me acerqué a la comisaría para que vieran las cartas, que se quedaron para analizar.
Hablé con el Decano del Colegio de Abogados, ya que esto se estaba yendo de madre, y necesitaba que alguien se hiciera cargo del asunto, ya que empezaban a amenazar a mi familia.
Esa misma tarde me llamaron de comisaria para que fuera.
–Hemos identificado las huellas del paquete. Se tratan de estas personas –me enseñaron unas fotos–, ¿los conoce de algo?
–Ella fue cliente mío y él es su marido.
–Forman parte de un clan muy violento, y si le han tomado con usted no pararan hasta hacerle daño. Estamos buscándolos y los detendremos, pero le recomendaría que anduviera con cuidado.
–Está bien, gracias.
Pasó más de una semana en la que no pegué ojo hasta que me informaron de que habían sido detenidos. Presenté la denuncia correspondiente y me informaron que tenían varias causas pendientes, la última por estafa a una compañía de seguros. Así que ese fue el detonante de que vinieran a por mí, que me amenazaran a mí y a mi familia. 
***
    Después de dos años, ya no supe nada de ellos. Me dejaron en paz y continué ejerciendo y confiando en que valía para lo que hacía. Me gustaba mi trabajo y aunque en su día me plantee dejar de ejercer, hoy por hoy creo que este era mi camino. Aprendí de la mala experiencia y me convertí en un buen abogado.

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